Luego de cierta demora, es un placer concretar la publicación de este “Manual de comida viva”. Es una satisfacción poder contribuir al creciente movimiento crudívoro, aportando un condensado de fundamentaciones, sugerencias y técnicas de elaboración, que pretende servir de ayuda a quienes desean abordar este evolutivo camino de la alimentación viva y que no encuentran muchas opciones en lengua española.
Lejos de ser una moda o algo “new age”, la comida cruda es una herramienta maravillosa para acceder a la plena salud y al máximo potencial del ser humano. Y esto no es materia opinable, sino un simple hecho fisiológico, que cualquiera puede experimentar y constatar sin riesgos, pese a los variados mitos circulantes.
Dado que la comida viva es un punto de arribo en la cuestión nutricional, deben comprenderse algunas cosas. Por un lado, que este libro reitere algunos conceptos de trabajos previos, que son el basamento de la comprensión fisiológica humana y que por tanto son inalterables. De allí la necesidad de reiterar fundamentos claves y no olvidar los preceptos básicos que sustentan un abordaje de este tipo.
Por otra parte, este trabajo no es para nada contradictorio con anteriores publicaciones, entendiendo al proceso de cambio, como una transición hacia formas cada vez más evolutivas. En todo caso son peldaños a escalar según nuestras condiciones y por cierto que la comida viva no es el último, ya que hay quienes pueden llegar a prescindir el alimento sólido, como veremos más adelante.
Partiendo de esta primera edición básica, la idea es ir enriqueciendo esta obra en sucesivas ediciones. Sería bueno contar con aportes, correcciones y sugerencias de los mismos lectores, de modo que este trabajo sea una verdadera construcción colectiva, tal como deben edificarse los tan necesarios nuevos paradigmas que reclama este momento planetario. Por tanto queda abierta la convocatoria a todos aquellos que puedan aportar su valiosa contribución.
Tal como aconteció con trabajos anteriores, todo lo aquí expresado ha pasado por el tamiz de la experiencia personal y vivencial. Luego de años de transitar distintos “ismos”, en la comida viva uno encuentra finalmente todas las respuestas y la máxima eficiencia de la función corporal. Precisamente uno de los principales beneficios de este abordaje es el desarrollo de la flexibilidad mental y la expansión de la consciencia. Por tanto se puede dar fe que aquí no hay nada que perder y todo por ganar.
Aspiramos a que esta forma de ver y practicar la nutrición cotidiana, vaya permeando y rompiendo viejas, perimidas y anquilosadas estructuras mentales que condicionan negativamente nuestras decisiones cotidianas. Y esto va mas allá del entendible, aunque injustificable, miedo a la falta de proteínas, hierro y calcio, frente a una alimentación cruda basada en frutas, hortalizas y semillas. Miedos inaceptablemente azuzados a la gente desde estamentos científicos y universitarios, en teoría serios y responsables.
Sería auspiciable que esta gente, con “chapa” para confundir, piense que algún día sus hijos les reclamarán por haber sido corresponsables, por acción u omisión, de este triste período involutivo en la historia de la nutrición y la salud humana. Es momento de asumir responsabilidades, eligiendo entre la conveniencia personal o el interés colectivo.
También sería bueno que alguna vez alguien encuentre y demuestre algún elemento necesario para la función orgánica, que no sea provisto por nuestros alimentos fisiológicos, materia primordial de este trabajo y basamento de la comida viva.
Y también sería bueno que en lugar de cuestionar, la ciencia formal eche un vistazo serio y desprejuiciado, sobre todo el potencial emergente de un abordaje nutricio de este tipo. Algo que permitiría no solo resolver carencias alimentarias, sino también contribuir a un sistema productor de alimentos más amigable del medio ambiente y plenamente sustentable en el tiempo, tal como se demuestra en el texto. Lo cual no es poca cosa en el momento planetario que transitamos.
Es más, hoy día los defensores de la ortodoxia son las irónicas víctimas del desatino que instigan, sufriendo en carne propia los padecimientos crónicos y degenerativos que son consecuencia del modelo imperante. Mientras atienden sus propios cánceres, diabetes u problemas circulatorios, siguen propalando que el hombre es omnívoro, que no se puede vivir sin proteína animal (carne y lácteos) y que la industria alimentaria y las leyes protegen a los ciudadanos. Y claro que la gente les cree; en definitiva la sociedad los forma para eso.
Resumiendo y tal como puntualizamos en los talleres, retomando una estrofa del Martín Fierro, esto no es para mal de ninguno, sino para bien de todos.
Néstor Palmetti
Técnico en Dietética y Nutrición Natural
Octubre de 2017
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